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‘Me voy a casa’. Barrio de El Canyamelar de Valencia. Fotografía de Vicente Climent.

Todo gobierno que crea que quienes se quejan de él es porque le son adversos políticamente tiene un problema. Porque si se convence de que todo se reduce a una lucha política se encastillará en sus posiciones. Eso hará crecer el malestar social, y eso, a la larga, le hará caer. Es lo que me temo que le está pasando al presidente sordo y a la gran mayoría de sus ministros: que no escuchan, y por tanto en muchas cosas no aciertan.

No es que no escuchen a la oposición, no, es que tampoco escuchan a los presidente autonómicos de su partido, ni a los alcaldes, ni a los empresarios, ni a los sindicatos que no sean doctrinariamente de izquierdas, ni a los profesionales de tantísimos sectores, ni a las entidades civiles. En suma, no escuchan a la sociedad que les puso a su frente y que parecen haber olvidado que les puede hacer caer. Los españoles lo perdonan casi todo. Pero la mentira y la sensación de desgobierno que generen nuestros dirigentes puede ser su tumba política. El tiempo lo dirá, y el márketing difícilmente lo impedirá.

Hay dos factores graves que resultarán determinantes el próximo otoño, quizá antes.

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